VIDEO: Tiburon Willy llora la muerte de la lechuza. (Aquí una fábula inédita)
La viuda "Lechuza" no quiere salir del nido a la espera del lechuzo que no volverá. La mascota del Junior, el Tiburón Willy se resiste a creer que su amiga halla muerto. Abajo una fábula inédita.
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La consternación se sigue viviendo por la muerte de la Lechuza que fue victimada por los pies del Jugador Panameño Luis Moreno del club Pereyra quién ha sido suspendido con dos fechas y una multa de 560 dólares.
La lechuza viuda se resiste a salir del nido y espera el regreso del alado quién ya no volvera, la afisión se siente consternada más aún al saber que la mascota deja en la orfandad a 9 huevecillos que ni se imaginan que su padre murió siendo un heroe y voló a la inmortalidad para convertirse en leyenda en los corazones del Junior y de muchas personas que han adoptado al insigne ave como suya.
Pero hay alguien mas que sufre y es la otra mascota Willy el Tiburon quién no supera la perdida de su amiga. El aún recuerda el magnifico binomio que hacían, mientras la sabia Lechuza sobrevolaba por todo el frente de batalla, Willy danzaba sus mejores bailes para alentar a los guerreros a salir airosos frente al enemigo.
Juntos compartían los gritos desentonados de los aficionados, los gritos que se confundía entre alegrías y llanto por el accionar de los guerreros, que ellos se encargaban de alentar.
El gras de aquella última batalla la vio caer, aquel gras que se convirtió en villar cuando rodó tras una estocada del enemigo que viéndola invalida y lejos del aire donde fue amo y señor de los vientos, le propinó vergonzosa estocada ante la atónita mirada del honorable Tiburón.
Aquí una fábula "La amistad de la lechuza y el tiburón", escrita por Milton Mercado de Ávila
Cuentan mis abuelos, dirán mis nietos, que en las turbulentas aguas del océano de la fe en un mar del Atlántico luchaba con fiereza un tiburón. Su cuerpo blanco estaba rayado con vetas rojas por las manchas que dejaban en su piel las luchas pasadas. Este tiburón había sido puesto por los sabios del pueblo en las barrancas para custodiar el tesoro que esta raza guardaba.
Muchas generaciones había salvado este tiburón, pero el pueblo desconocía cual era ese tesoro que custodiaba, y el tiburón fiel a su mandato, cuidaba, pero tampoco conocía a ciencia cierta cuál era ese tesoro. Por eso el tiburón salía a guerrear con fiereza pero a veces las cosas no se le daban y yacía decaído, agotado, a veces sin ánimo pero nunca perdía la bravura y la fuerza con que salía a cada lucha.
En un sitio a lo alto a donde el tiburón libraba sus batallas una lechuza, heredera de los sabios, observaba día a día su faena y en la oscuridad y el silencio de la noche cavilaba sobre cómo hacer para.....
Haz click aquí para leer la historia completa.
La lechuza viuda se resiste a salir del nido y espera el regreso del alado quién ya no volvera, la afisión se siente consternada más aún al saber que la mascota deja en la orfandad a 9 huevecillos que ni se imaginan que su padre murió siendo un heroe y voló a la inmortalidad para convertirse en leyenda en los corazones del Junior y de muchas personas que han adoptado al insigne ave como suya.
Pero hay alguien mas que sufre y es la otra mascota Willy el Tiburon quién no supera la perdida de su amiga. El aún recuerda el magnifico binomio que hacían, mientras la sabia Lechuza sobrevolaba por todo el frente de batalla, Willy danzaba sus mejores bailes para alentar a los guerreros a salir airosos frente al enemigo.
Juntos compartían los gritos desentonados de los aficionados, los gritos que se confundía entre alegrías y llanto por el accionar de los guerreros, que ellos se encargaban de alentar.
El gras de aquella última batalla la vio caer, aquel gras que se convirtió en villar cuando rodó tras una estocada del enemigo que viéndola invalida y lejos del aire donde fue amo y señor de los vientos, le propinó vergonzosa estocada ante la atónita mirada del honorable Tiburón.
Aquí una fábula "La amistad de la lechuza y el tiburón", escrita por Milton Mercado de Ávila
Cuentan mis abuelos, dirán mis nietos, que en las turbulentas aguas del océano de la fe en un mar del Atlántico luchaba con fiereza un tiburón. Su cuerpo blanco estaba rayado con vetas rojas por las manchas que dejaban en su piel las luchas pasadas. Este tiburón había sido puesto por los sabios del pueblo en las barrancas para custodiar el tesoro que esta raza guardaba.
Muchas generaciones había salvado este tiburón, pero el pueblo desconocía cual era ese tesoro que custodiaba, y el tiburón fiel a su mandato, cuidaba, pero tampoco conocía a ciencia cierta cuál era ese tesoro. Por eso el tiburón salía a guerrear con fiereza pero a veces las cosas no se le daban y yacía decaído, agotado, a veces sin ánimo pero nunca perdía la bravura y la fuerza con que salía a cada lucha.
En un sitio a lo alto a donde el tiburón libraba sus batallas una lechuza, heredera de los sabios, observaba día a día su faena y en la oscuridad y el silencio de la noche cavilaba sobre cómo hacer para.....
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